Área Pequeña

Servicio MédicoContinúan todos preocupados por la salud del Albacete Balompié. Quien más y quien menos cavila sobre la situación, sus causas remotas y recientes, su desarrollo y su eventual desenlace. Con las alarmas preparadas para saltar, aunque todavía no disparadas, el hecho de que la tranquilidad y el sosiego sean hoy más necesarios que nunca no debe ser óbice para reconocer que estamos acercándonos al abismo más de lo que sería deseable, incluso razonable.

Como el equipo que entrena Ferrando parece sentirse a gusto viviendo en el límite, nos tiene a los aficionados de a pie al borde del ataque de nervios, si se me apura rozando la crisis cardiaca, instalados en una dinámica demasiado extendida en el tiempo. Uno no sabe ya si desea que llegue el domingo ya mismo o que no llegue nunca. Claro que ves, lees, escuchas a los que tienen que sacar las castañas del fuego y, eso sí hay que reconocerlo, transmiten tranquilidad. Es cierto que quedan ocho partidos, tiempo para caer y reaccionar, tiempo para certificar el objetivo mínimo de la permanencia en próximas fechas. Escasa recompensa, y a pesar de ello, la paga con la que nos conformaríamos más de uno si se logra sin más dilación.

Todo queda diferido a lograr los puntos necesarios para no sufrir el gran batacazo, del que nadie quiere hablar, del que todo el mundo tiene pavor. La noche de los tiempos, al menos en el terreno futbolístico, quién sabe si sólo en ése, se cerniría sobre la ciudad de Albacete, por extensión sobre toda una Comunidad Autónoma sin realidad nacional pero con su corazoncito. Tal vez otros diez, otros veinte años sin echarse un poco del espectáculo del fútbol profesional a la boca. Demasiado largo me lo fían, cuando ya empiezo a peinar canas.

En alguna ocasión he dicho que [.....]

[.....] hablar de fútbol, lo que se dice de fútbol, hace tiempo que se puede hablar poco. Hombre, podemos hacer una tertulia de la Champions, quién bajará de Primera, quién subirá de Segunda. Sobre el Alba, qué decir, sobre un equipo con ideas nubladas, sobre un once que pide la hora al mismo echar a rodar al balón, en definitiva sobre un club que agoniza sin más horizonte que el de verse un año más en Segunda, mal menor que sea bienvenido, pero ya.

Hay ocho partidos por delante, y opino que el único mensaje posible es que hay que sacar siete puntos como sea, ya sea tirando a puerta o sin tirar, con once, con diez, con nueve sobre el terreno de juego, con el árbitro a favor o como siempre. No debe haber otro discurso, y todos se equivocarían, en mi modesta opinión, si pidieran otra cosa. Este sinvivir debe pasar cuanto antes, y a mí me da igual cómo pase; ahora bien, que sea el domingo, lo digo por mi salud.

Se hacen muchas cuentas, que si 45 serán suficientes, que si harán falta dos o tres más. Sin ánimo de pontificar sobre estadísticas, no parece descabellado pensar que llegar a 48 puntos da la tranquilidad definitiva. Viendo los escenarios que se pueden presentar, de cara al partido trascendental que nos jugaremos el domingo frente al Castilla, el más optimista sería considerar una victoria del Alba, añadido a un par de resultados favorables para nuestros intereses nos podría dejar a siete puntos del descenso a falta de siete partidos, además de poder subir algún puesto en la clasificación y dejar un poco de margen de seguridad. Esa ventaja daría otro par de semanas de relativa tranquilidad, en la que podrían despejarse algunos nubarrones. La segunda hipótesis, la más terrorífica tal vez, vendría si se perdiera el domingo; una concurrencia de resultados (no muy previsibles, pero que pueden darse) podría, esta vez sí, disparar las alarmas. Entre las dos posibilidades citadas, hay todavía un mundo. No sería catastrófico un empate, siempre y cuando la jornada deparara malos resultados para Lleida y Castellón, por ejemplo. Por lo tanto, el domingo es necesario que todos, jugadores, afición, Consejo, medios, converjan en un único punto de vista: para el Alba, a día de hoy, tiene la misma importancia que aquel legendario partido contra el Levante. Buscamos otro Simeón desesperadamente.