Papá, ¿por qué somos del Alba?

En la espera de un semáforo en rojo, un niño preguntaba a su padre: “Papá, ¿por qué somos del Atleti?” y el Sergio ya es del ALBA!niño, tras varios segundos, no recibía respuesta.

Con este lema se popularizó hace algunos años una campaña publicitaria del club colchonero e incluso se llegó a editar un documental que quería profundizar en un sentimiento, el del aficionado por sus colores, que, según los rojiblancos en su caso alcanzaba tintes dramáticos.

Ando yo estos días de recién estrenada paternidad, dándole vueltas a la dichosa frasecita publicitaria  e intentando buscar una respuesta coherente para el caso hipotético de que, en un futuro no muy lejano mi tierno infante me preguntara: Papá, ¿por qué somos del Alba?. Cosa que probablemente hará pues, ya se sabe que los niños de hoy en día, la "generación Play Station", no hacen las preguntas tradicionales que hacíamos en nuestra época. Por ejemplo: ¿de dónde vienen los niños? Respuesta: los trae una cigueña desde París. O ¿cómo es posible que Melchor, Gaspar y Baltasar aparezcan al mismo tiempo pero en ciudades distintas? Respuesta: porque son magos y ellos pueden conseguir lo que se propongan, etc.., etc..

Si alguna vez llega ese momento, mi hijo me hará la pregunta seguramente agobiado por sus compañeros de colegio, que, en un lugar como Madrid, lo mirarán como un bicho raro: "¡Sergio es del Alba, Sergio es del Alba!". Vamos, como si lo viera.

Hay que reconocer que, hoy por hoy, lo [.....]

[.....] más sencillo y también lo más gratificante para el chaval resultaría decir que es del Real Madrid de Casillas, Raúl y Robinho; o incluso del Barcelona de Messi e Iniesta. Pero, ¿Del Alba? ¿Cómo puede ser uno del Alba?. Nadie se imaginaría al mismo niño inquiriéndole al padre: ¿Y nosotros por qué somos del Real Madrid?. Porque, esa pregunta tiene mil respuestas posibles y todas ellas concatenadas: la Liga, la Champions, el año del centenario, las noches mágicas del Bernabéu, Di Stéfano... No quiero decir con esto que ser del Real Madrid o el Barcelona no tenga que ver también con el sentimiento, pero el "padre merengue" sabe que su hijo nunca le preguntará ¿por qué somos madridistas? por una sencilla razón: porque los niños quieren ir con el equipo que gana.

Lo cierto es que ser seguidor del Alba (y en Segunda mucho más) resulta un acto de contrición, masoquismo que el adulto arrastra como una cruz invisible y con enormes dosis de melancolía. El albacetista se sabe objetivo fácil para la chanza y, en un último acto de rebeldía, suele adelantarse a la jugada: "¡Sí señor, soy del Alba! ¿qué pasa?".

Los del Alba nos tenemos a nosotros, nuestros colores, nuestra historia, nuestro estadio, nuestros recuerdos del queso mecánico de Floro o del de Ferrando y poco más. Con eso, sobrados. Con eso el ¿papá por que somos del Alba? puede que no tenga respuesta pero tiene sentido. En el Alba creemos los que sabemos que la grandeza de un club no se mide por sus copas, ni por las camisetas vendidas o el número de socios, no, en el Alba somos gente sencilla, la “buena gente”. Nosotros no queremos millones para galácticos, ni un estadio más grande o mejor, queremos nuestro Carlos Belmonte, un estadio al que nos hemos encariñado a base de tratarlo. Un estadio y, por encima de todo una ciudad.

Hijo, somos del Alba porque sentimos ese escudo y, ese escudo representa a la mejor gente del mundo: la gente de Albacete.